Mi solidaridad hacia los pacientes renales

31.05.2015 20:53

Por: San­dra Torres*

Hace unos días todos fui­mos sor­pren­di­dos al escu­char las pala­bras increí­ble­mente des­afor­tu­na­das (para lla­mar­las de un modo ele­gante) expre­sa­das por el pre­si­dente de la Junta Direc­tiva del Ins­ti­tuto Gua­te­mal­teco de Segu­ri­dad Social (IGSS), en un vano intento de jus­ti­fi­car los deplo­ra­bles hechos de corrup­ción rela­cio­na­dos con la con­tra­ta­ción de una empresa que, supues­ta­mente, brin­da­ría un efi­ciente ser­vi­cio de hemo­diá­li­sis a pacien­tes rena­les pero que resultó ser un sobe­rano fraude.

Pero, aparte de la nego­cia­ción a todas luces ilí­cita y corrupta, lo más indig­nante es que la com­pa­ñía con­tra­tada no estaba en capa­ci­dad de dar el ser­vi­cio en con­di­cio­nes ade­cua­das, al grado que se sos­pe­cha que por el pésimo man­te­ni­miento del equipo, esto pudo haber sido la cau­sal que puso fin a la vida de más de 15 pacientes.

Los pacien­tes rena­les tarde o tem­prano se mue­ren, inde­pen­dien­te­mente de cuál empresa les brinde el ser­vi­cio” fue­ron –pala­bras más, pala­bras menos– lo que expresó este irres­pon­sa­ble fun­cio­na­rio. Estimo que cual­quiera, con mucho menos ins­truc­ción, sabe que lo último que nece­sita alguien que padece a causa de los riño­nes son fra­ses lapi­da­rias y des­alen­ta­do­ras como las que hoy me ocupan.

Esto demues­tra la impro­ce­den­cia de nom­brar a per­so­nas sin los cono­ci­mien­tos bási­cos de la misión que le corres­ponde a la ins­ti­tu­ción que diri­gen. Obvia­mente, se trata de un per­so­naje más de esos tan­tos que han lle­gado al Estado con afán de lucro y no con espí­ritu de ser­vi­cio, como corres­pon­de­ría a todo ser­vi­dos público responsable.

Esas decla­ra­cio­nes, ade­más, demues­tran una crasa igno­ran­cia en rela­ción con las con­di­cio­nes gene­ra­les que deben enfren­tar los pacien­tes rena­les, debido a que su situa­ción les obliga a obser­var cos­tum­bres estric­tas en cuanto a ali­men­ta­ción, régi­men de vida, hora­rios de acti­vi­dad y otras cir­cuns­tan­cias. Ello debe­ría ser sufi­ciente para toda­vía tener que enfren­tarse a la incom­pren­sión de quie­nes han visto al IGSSúni­ca­mente como un botín.

En mi cri­te­rio, estos pacien­tes no sólo deben dis­fru­tar del dere­cho de acceso a la aten­ción médica que ame­rita su par­ti­cu­lar con­di­ción, pero el éxito de su tra­ta­miento depende mucho de que tam­bién sean con­si­de­ra­dos como per­so­nas sanas y con todas las carac­te­rís­ti­cas que ello implica, es decir, que se sien­tan per­so­nas capa­ces de asu­mir res­pon­sa­bi­li­da­des, desa­rro­llar un tra­bajo, rea­li­zar estu­dios y, sobre todo, de dis­fru­tar de la vida.

Tengo la sol­ven­cia moral para recha­zar estas acti­tu­des, no sólo por­que he visto pade­cer a muchas de estas per­so­nas y ello me con­dujo a brin­dar­les un espa­cio espe­cial en mi agenda cuando fui Pri­mera Dama. En ese sen­tido, una de mis accio­nes con­cre­tas fue plan­tear la nece­si­dad de des­pri­va­ti­zar los ser­vi­cios de la Uni­dad Nacio­nal de Aten­ción al Enfermo Renal Cró­nico (UNAERC), por­que durante muchos años había estado en manos de un patro­nato que, no sólo era inefi­ciente sino se apro­ve­chaba de la infra­es­truc­tura del Estado para bene­fi­cio de sus direc­ti­vos, en des­me­dro de quie­nes acu­dían en demanda de la vital aten­ción que necesitaban.

Ello faci­litó el acceso a todas las per­so­nas con enfer­me­dad renal y de manera total­mente gra­tuita, tal como corres­ponde a todo ser­vi­cio que brinda el Estado. Gra­cias a ello, entre 2009 y 2011 se prac­ti­ca­ron 60,491 diá­li­sis peri­to­nea­les, con­tra unas 6,500 que se brin­da­ban antes de la deci­sión de devol­verle UNAERC a la pobla­ción. En la actua­li­dad, según las esta­dís­ti­cas ofi­cia­les, esa cifra ha ido decre­ciendo, al grado que desde febrero se observa una caída dra­má­tica y entre marzo, abril y mayo la can­ti­dad de ser­vi­cios de esta natu­ra­leza pro­por­cio­na­dos por la depen­den­cia es de “Cero”.

Les envío, enton­ces, mi saludo fra­terno a los pacien­tes rena­les que depen­den del Estado para ir enfren­tando su situa­ción y les exhorto a man­te­ner el ánimo ele­vado, a pesar de las cir­cuns­tan­cias difí­ci­les que hoy se están enfren­tando. Uste­des siem­pre ten­drán un lugar prio­ri­ta­rio en mi agenda. ¡Cuen­tan conmigo!

*Secre­ta­ria Gene­ral y Can­di­data a la Pre­si­den­cia de la Repú­blica por la Uni­dad Nacio­nal de la Espe­ranza (UNE).