Mi solidaridad hacia los pacientes renales
Por: Sandra Torres*
Hace unos días todos fuimos sorprendidos al escuchar las palabras increíblemente desafortunadas (para llamarlas de un modo elegante) expresadas por el presidente de la Junta Directiva del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), en un vano intento de justificar los deplorables hechos de corrupción relacionados con la contratación de una empresa que, supuestamente, brindaría un eficiente servicio de hemodiálisis a pacientes renales pero que resultó ser un soberano fraude.
Pero, aparte de la negociación a todas luces ilícita y corrupta, lo más indignante es que la compañía contratada no estaba en capacidad de dar el servicio en condiciones adecuadas, al grado que se sospecha que por el pésimo mantenimiento del equipo, esto pudo haber sido la causal que puso fin a la vida de más de 15 pacientes.
“Los pacientes renales tarde o temprano se mueren, independientemente de cuál empresa les brinde el servicio” fueron –palabras más, palabras menos– lo que expresó este irresponsable funcionario. Estimo que cualquiera, con mucho menos instrucción, sabe que lo último que necesita alguien que padece a causa de los riñones son frases lapidarias y desalentadoras como las que hoy me ocupan.
Esto demuestra la improcedencia de nombrar a personas sin los conocimientos básicos de la misión que le corresponde a la institución que dirigen. Obviamente, se trata de un personaje más de esos tantos que han llegado al Estado con afán de lucro y no con espíritu de servicio, como correspondería a todo servidos público responsable.
Esas declaraciones, además, demuestran una crasa ignorancia en relación con las condiciones generales que deben enfrentar los pacientes renales, debido a que su situación les obliga a observar costumbres estrictas en cuanto a alimentación, régimen de vida, horarios de actividad y otras circunstancias. Ello debería ser suficiente para todavía tener que enfrentarse a la incomprensión de quienes han visto al IGSSúnicamente como un botín.
En mi criterio, estos pacientes no sólo deben disfrutar del derecho de acceso a la atención médica que amerita su particular condición, pero el éxito de su tratamiento depende mucho de que también sean considerados como personas sanas y con todas las características que ello implica, es decir, que se sientan personas capaces de asumir responsabilidades, desarrollar un trabajo, realizar estudios y, sobre todo, de disfrutar de la vida.
Tengo la solvencia moral para rechazar estas actitudes, no sólo porque he visto padecer a muchas de estas personas y ello me condujo a brindarles un espacio especial en mi agenda cuando fui Primera Dama. En ese sentido, una de mis acciones concretas fue plantear la necesidad de desprivatizar los servicios de la Unidad Nacional de Atención al Enfermo Renal Crónico (UNAERC), porque durante muchos años había estado en manos de un patronato que, no sólo era ineficiente sino se aprovechaba de la infraestructura del Estado para beneficio de sus directivos, en desmedro de quienes acudían en demanda de la vital atención que necesitaban.
Ello facilitó el acceso a todas las personas con enfermedad renal y de manera totalmente gratuita, tal como corresponde a todo servicio que brinda el Estado. Gracias a ello, entre 2009 y 2011 se practicaron 60,491 diálisis peritoneales, contra unas 6,500 que se brindaban antes de la decisión de devolverle UNAERC a la población. En la actualidad, según las estadísticas oficiales, esa cifra ha ido decreciendo, al grado que desde febrero se observa una caída dramática y entre marzo, abril y mayo la cantidad de servicios de esta naturaleza proporcionados por la dependencia es de “Cero”.
Les envío, entonces, mi saludo fraterno a los pacientes renales que dependen del Estado para ir enfrentando su situación y les exhorto a mantener el ánimo elevado, a pesar de las circunstancias difíciles que hoy se están enfrentando. Ustedes siempre tendrán un lugar prioritario en mi agenda. ¡Cuentan conmigo!
*Secretaria General y Candidata a la Presidencia de la República por la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE).