Los pacientes con una enfermedad renal crónica ven cómo su vida cambia por completo en el momento en que empiezan a recibir sesiones de hemodiálisis. Tres días a la semana, durante cuatro o cuatro horas y medias, deben acudir a un centro sanitario especializado para que se les aplique el tratamiento que necesitan ante el fallo de sus riñones. «Para mí, lo peor de la diálisis es el tiempo que me quita para estudiar y para viajar. Esa dependencia me limita mucho. Es duro estar conectado a una máquina cuatro horas tres veces a la semana», afirma Juan Antonio Zorrilla, un joven malagueño de 27 años que lleva más de diez años en esa situación. La hemodiálisis es un tratamiento que elimina artificialmente las sustancias nocivas o tóxicas de la sangre, especialmente las que quedan retenidas a causa de una insuficiencia renal. El aparato que efectúa esa labor ejerce de riñón artificial
En la provincia de Málaga hay 900 pacientes en tratamiento de hemodiálisis. Además, 46 enfermos reciben diálisis peritoneal en sus domicilios. El 60 por ciento de las personas que están en hemodiálisis son hombres con una edad media de 66 años. La mejor opción para salir de la dependencia de la máquina de diálisis es el trasplante de riñón. El problema es que no en todos los casos está indicado, por cuestiones de salud de los pacientes, llevar a cabo esa intervención.
Juan Antonio Zorrilla es uno de los 104 pacientes que acuden al Hospital Carlos Haya para dializarse. Natural del municipio de La Viñuela (Axarquía), estudia enfermería en la Universidad de Málaga (este curso acabará la carrera). Aparte de conocer muy bien lo que es la hemodiálisis, Zorrilla ha sido trasplantado en dos ocasiones. La primera vez su organismo rechazó el riñón que le implantaron y en la segunda tampoco fue bien y al poco tiempo de la operación tuvo que volver a la hemodiálisis. Ahora le están haciendo las pruebas necesarias para entrar en la lista de espera de trasplante renal.
Hacer amistades
«Soy una persona muy activa y se me hace pesado depender de una máquina, pero hay que mirarlo por el lado positivo y ver que ese aparato hace las funciones que mis riñones no pueden», indicó Juan Antonio Zorrilla, que destacó la atención que le ofrecen los profesionales de Carlos Haya que le atienden. Asimismo, dijo que ha hecho buenas amistades en los años que lleva en tratamiento de hemodiálisis. En tanto que le llega la oportunidad de un tercer trasplante, este joven se plantea para el futuro, una vez que termine su carrera, recibir la diálisis en su casa.
Los pacientes de hemodiálisis forman una gran familia. Cuando llegan a Carlos Haya, mientras se les prepara la máquina, se les toma la tensión y se les monitorizan las constantes vitales. Asimismo, se les administra la medicación que necesitan, se les dan recomendaciones dietéticas y se les saca sangre si es preciso por algún motivo. En todas las sesiones hay un nefrólogo por si sucede algún imprevisto. «Intentamos que los enfermos entren en la lista de espera para ser trasplantados, porque es la mejor opción, pero no siempre es posible», explica la nefróloga Laura Fuentes, responsable de la diálisis en el hospital. El año pasado se hicieron 127 trasplantes renales en Carlos Haya, que es un centro de referencia en Andalucía en ese tipo de intervenciones.
La doctora Fuentes señaló que entran en hemodiálisis pacientes cada vez con más edad. Puso el ejemplo de un enfermo de 86 años. Aunque no es frecuente, hay un paciente que lleva casi 30 años en hemodiálisis.