El mejor aliado para la salud
Los expertos recomiendan a quienes sufren enfermedades renales beber diariamente hasta tres litros de agua con un contenido muy bajo en minerales
El agua es un elemento esencial en la dieta y más, si cabe, para aquellas personas que sufren algún tipo de enfermedad renal. Los especialistas recomiendan a este tipo de pacientes una buena hidratación diaria consumiendo agua natural de mineralización muy débil, por el efecto que tiene en la salud y específicamente para los procesos de dicho mal.
Así se puso de relieve en una sesión científica que se celebró ayer en Madrid sobre Las aguas minerales naturales en los procesos renales. Una jornada organizada por el Instituto Tomás Pascual Sanz (ITPS) en colaboración con la Real Academia Nacional de Medicina.
El agua de muy débil mineralización se caracteriza por tener un contenido en residuo seco igual o menor a 50 miligramos por litro. Es decir, es «la más pura que podemos encontrar» entre todas las existentes en el mercado, tal y como señala el especialista en nefrología, Alberto Ortiz. Este bajo contenido en minerales incrementa su efecto diurético, favoreciendo la eliminación de sustancias de desecho.
Y es que se ha demostrado que las que tienen una mineralización muy débil aumentan el flujo urinario, lo que ayuda a evitar patologías como la poliquistosis renal. Se trata de un aspecto relevante ya que, según explica Alfonso Perote, director del ITPS, esta patología «es la causa de la entrada en diálisis del 10% de los pacientes». Asimismo, ayuda al tratamiento de otras enfermedades como la nefropatía mesoamericana o los cólicos de riñón. Además, previene las infecciones de orina. Para conseguir una hidratación adecuada, los expertos recomiendan beber incluso en ausencia de sed, para alcanzar una ingesta diaria de dos litros y medio de agua. En el caso de las personas que sufren una enfermedad renal, se aconseja hasta los tres litros diarios.
Etiquetado.
Según la legislación vigente, existen tres tipos en el mercado: las naturales, las de manantial y las potables. La primera, presenta ventajas frente al resto, porque garantiza un contenido de minerales estable y no se somete a procesos químicos.
Por otra parte, el mencionado líquido se clasifica, a su vez, en base al nivel de mineralización, que varía según el terreno en el que se ha producido la filtración y el proceso de captación. Así, podemos encontrar aguas de mineralización muy débil, débil, media y fuerte. En este sentido, las naturales son las únicas que se captan antes de que el agua pase a la superficie, lo que garantiza que su composición sea siempre la misma.
Toda esta información ha de aparecer especificada en las etiquetas para ayudar a elegir la que mejor se adapta a los gustos y necesidades de cada personas. La normativa de etiquetado es «rigurosa», al igual que la regulación de su captación y la explotación. En el caso del agua mineral natural solo se permite un filtrado y quedan prohibidos otros procesos químicos.
Además, tanto en origen como en el proceso de captación y de embotellamiento, se toman muestras de agua para asegurar la calidad. Finalmente es tarea del consumidor conservar la botella de agua bien cerrada y en un lugar seco, fresco y oscuro para que conserve todas sus propiedades.